El lunes 16 de septiembre no fue un día cualquiera para Betsy. Ese día se materializaron muchos años de aprendizaje que, a costa de las circunstancias, tuvo que aprender durante la guerra.
Betsy fue durante muchos años una enfermera de combate, y lo que aprendió lo hizo porque la guerra se lo exigió. A la fuerza, tuvo que aprender a detener las hemorragias de sus compañeros, improvisar suturas, hallar formas nada comunes de bajar la fiebre y conocer las propiedades de las plantas de la selva para curar las dolencias. Betsy no necesitó de un título para salvar vidas. Fue la crudeza de la guerra la que la obligó a hacerlo.
Pero ese lunes de septiembre logró lo que nunca se imaginó: que esos aprendizajes fueran reconocidos como parte de su proceso de reincorporación. Ella, como otros 20 exguerrilleros de los antiguos ETCR Agua Bonita y Miravalle, en Caquetá, y La Carmelita en Putumayo, participaron en un proceso de formación con la Cruz Roja Colombiana, con el que obtuvieron certificados como técnicos en salud pública, servicios farmacéuticos y auxiliares de enfermería.
“Con esto nos comprometemos a continuar contribuyendo a la promoción del derecho a la salud y el bienestar de las comunidades. Nuestro compromiso con la paz es inquebrantable”, dijo Betsy en el discurso que leyó justo antes de recibir su diploma, cuando su familia la miraba con orgullo.
La Gobernadora del Caquetá, Martha Ruiz, también aplaudió este logro y afirmó que los graduandos “son la muestra de que sí es posible hacer la paz en el departamento del Caquetá”.
Ahora los y las recién graduadas, quienes en su mayoría son mujeres, empezarán a hacer sus prácticas en el Hospital María Inmaculada de la ciudad de Florencia. Allí, no solo empezarán a generar ingresos, sino que pondrán al servicio de la reconciliación lo que alguna vez fue usado para la guerra; su trabajo ya no será una forma de escapar a la muerte, sino la manera más loable de proteger la vida.
FUENTE Misión de Verificación de la ONU en Colombia